Según parece discutieron fuerte el presidente y su ministro de Defensa. Por algo asi como unos 150 millones de pesos, que el segundo pedía para las fuerzas armadas, y que Lupín negaba. Pero, según La Nación, el jefe de gabinete dijo:
"No hay fisuras, ni roces, ni nada con Pampuro. Fue una broma de las que suele hacer Néstor (Kirchner) y nada más".
Ahora bien, yo pregunto, así como simple argentino de infantería: ¿No suena irresponsable todo esto ?? ¿No debería aclararse que las bromas son buenas en los asados???
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Y esta vez estoy seguro quien gana el premio.... es Karin, desde Ibiza.
... por ahora, ya que irá creciendo con los meses...
Mi nombre no figura es este papelito...pero los aseguro que cumplí MI PAPEL . Pueden brindar....!!!!
...esta vez. Ayer se formalizó la primera unión civil de una pareja de mujeres. Los varones habían debutado el 18 de julio.
Considerando que nuestra Constitución dice, en su art. 19 : " Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados." ,...y parafraseando a Bernard Shaw : "Mientras no lo hagan obligatorio"... ¡¡¡ VIVA LOS NOVIOS !!!!
Laszlo es inmigrante rumano en Buenos Aires....pero representa bien a la Argentina...
Además, che.....hoy cumple 58 añitos Sandro !!!!
Tomas Eloy Martinez escribe, en el post anterior: "La Argentina fue fundada por ficciones que se desentendían de la realidad o simplemente la desdeñaban. La más persistente de esas ficciones fue suponer que el país es una Atlántida desprendida de Europa, sin vínculos reales con América Latina. Los letrados que fundaron la nación a mediados del siglo XIX la imaginaban sin mulatos ni mestizos y, por supuesto, sin indios y negros.
Es trági-cómico ver, leer y oir como, siguiendo la misma conducta, buena parte del periodismo argentino consulta climatólogos, metereólogos, adivinos, etc.. en la búsqueda de saber si el próximo verano por acá será tan torrido como en el "viejo continente". ¡¡¡ Cómo no vamos a tener el mismo calor que Europa !!!
¡¡¡ Acaso deberemos conformarnos con ser solo templados-cálidos, y no morirnos por altas temperaturas como el primer mundo !!! Andaaaaaaaaaaaa .............
...en un día como hoy y a partir de un texto de Tomás Eloy Martinez (Un país caído del mapa - Diario El Pais, de España):
Un país caído del mapa
TOMÁS ELOY MARTÍNEZ. - El País (Opinión) - 10-08-2003
Los argentinos están indecisos sobre cuál es su lugar en el mundo. Pocas veces sentí como en un reciente viaje a Buenos Aires que el país estaba en ninguna parte: ni en el continente al que pertenece por razones de geografía y de cultura, ni tampoco en la Europa a la que creía pertenecer por razones de destino. Quizá la mejor forma de acercarse a la Argentina es contando sus historias.
Si por azar me preguntan qué cosas del pasado son las que más recuerdo, contesto con una involuntaria paradoja: "Lo que más recuerdo es lo que no he visto". Así como he tratado de incorporar a mi memoria lo que no sé, escribo siempre sobre lo que no conozco, para aprender y, de paso, para aprenderme. Aunque he nacido en el corazón de la Argentina y he vivido casi toda la vida allí, cada vez que la visito, cinco a seis veces por año, la entiendo menos. O bien está en el extremo de la inmadurez como la vio Witold Gombrowicz -quien quedó anclado en Buenos Aires desde la tarde misma en que estalló la Segunda Guerra hasta un mediodía de veintidós años después-, o bien en el extremo de la irealidad como lo describió Ortega y Gasset en la séptima serie de El espectador. La mejor manera de acercarse a la Argentina es narrándola como lo hicieron Antoine de Saint-Exupéry, Paul Morand, Rafael Alberti y el propio Gombrowicz en la primera mitad del siglo XX, y Bruce Chatwin, V. S. Naipaul, Manuel Vázquez Montalbán y Carlos Fuentes en la segunda mitad.
Narrar la Argentina es convertir en cristales su presente movedizo y su pasado, que parece cada vez más ilusorio. Es sorprender en una imagen el vértigo de su humor y, quizás así, saber de qué está hecho ese humor. Nada describe mejor a la Argentina que sus historias, atravesadas por los paisajes lunares y glaciares de la Patagonia, por los laberintos de las llanuras centrales -a las que Domingo F. Sarmiento llamó, en su clásico Facundo, "travesía" y "desierto", que son otros dos nombres de la nada-, y por las selvas y montañas del noroeste donde nací, y donde todavía siguen gobernando los dictadores prehistóricos, aunque ahora ungidos por el voto de las mayorías.
¿Dónde está la Argentina? ¿En qué confín del mundo, centro del atlas, techo del universo? ¿La Argentina es una potencia o una impotencia, un destino o un desatino, el cuello del tercer mundo o el rabo del primero?
Cuando he declarado que nací en la Argentina, me han preguntado más de una vez, en Francia o en Estados Unidos, dónde está eso, en qué punto del mapa. Algunos estudiantes de escuela preparatoria, en el Medio Oeste, me han sorprendido señalando: "Ah, ya sé: Argentina es la capital de Guatemala". O la de Río de Janeiro. O una provincia de Australia. Para casi todos ellos, se trataba de un paraje tropical, de intolerable calor, en el que abundan las bananas y los mulatos.
En la primavera boreal de 1971 entrevisté en París al príncipe heredero de la Patagonia, un reino de fantasía que existió fugazmente a mediados del siglo XIX y que se ha perpetuado a través de una corte de opereta. Antes de visitarlo, fui preguntando al azar, en las vecindades de la Avenue de l'Opéra -donde el pretendiente tenía su despacho-, sobre la Patagonia, la pampa, Buenos Aires o cualquier punto de la geografía vinculado con ese residuo decrépito de un pasado que también era francés. Recibí las respuestas más extravagantes. Sólo un estudiante de liceo -otra vez- me recitó con soltura: "Mais, oui. Je sais. Las pampas argentinas se extienden desde el grado 34 al 40 de latitud austral. La palabra pampa proviene del araucano y significa llanura de hierbas". ¿Dónde has aprendido eso?, quise saber. "En Los hijos del capitán Grant, de Julio Verne", me dijo. No estaba mal, pero la referencia tenía un siglo de retraso y pertenecía a un escritor que jamás había pisado esas tierras.
Apogeo y caída
Hacia 1928, la Argentina era superior a Francia en número de automóviles y a Japón en líneas de teléfonos. Catorce años más tarde, el economista Colin Clark vaticinó que, después de la guerra, el poderío industrial argentino sería el cuarto del mundo.
Ya en 1942, sin embargo, el país caminaba por un rumbo equivocado y llegaría el momento -un momento que iba a durar décadas- en que ni siquiera los argentinos sabrían en qué lugar del mundo estaban. Todo empezó, tal vez, con un discurso que el máximo poeta nacional, Leopoldo Lugones, pronunció en 1924 para celebrar el centenario de la batalla de Ayacucho. Dos años antes, los camisas negras del onerevole Benito Mussolini habían marchado sobre Roma y el fascismo corporativo dominaba el futuro. Lugones, a tono con aquellos tiempos, declamó con voz de oro que los militares eran "los últimos aristócratas del espíritu" y que, espada en mano, deberían ejercer su "derecho de mejores", con la ley o sin ella, emprendiendo cruzadas purificadoras para imponer el "orden nuevo". A los militares argentinos les encantaron esos dislates y seis años después acabaron con la democracia e iniciaron la era autoritaria, que duraría más de medio siglo.
A mediados de los años sesenta, uno de esos militares de caricatura, el general Juan Carlos Onganía, pretendió convertir a la Argentina en un modesto Reich de cien años. Se veía a sí mismo cabalgando en la montura de ese Reich, con el sable en alto. Mientras tanto, sus acólitos profetizaban la inminencia de una tercera guerra en la que ellos asumirían el liderazgo de América Latina. No hubo tercera guerra, como se sabe, y el espejismo del liderazgo los hizo malgastar el magro presupuesto nacional en armamentos inservibles.
Una década más tarde, el cabo de policía José López Rega -mayordomo y astrólogo de Juan Perón- quiso construir la Argentina Potencia con las emboscadas asesinas de una organización llamada Triple A: Alianza Anticomunista Argentina. Luego, los comandantes de la dictadura se empeñaron en ganar la misma inexistente guerra mundial robando niños y asaltando casas. El mal que aquejaba a la Argentina no era ya la extensión o el desierto como se dice en el primer capítulo de Facundo. Era el delirio de grandeza floreciendo en un mar de pobres. El penúltimo de los dictadores, Leopoldo F. Galtieri, embriagó al país entero con la ilusión de que estaba derrotando en el Atlántico Sur a las mayores fuerzas navales del planeta. El primer presidente de la democracia, Raúl Alfonsín, soñó con erigir una Nueva Jerusalén en Viedma, la ciudad más ventosa de ese abismo de vientos que es la Patagonia. Más inefable aún, Carlos Menem se ofreció para mediar en las guerras del Cercano Oriente y en asociar la Argentina a todas las aventuras bélicas de Estados Unidos, con el cual mantenía relaciones carnales.
Mucha de la infelicidad argentina nace de una lección que la realidad siempre contradice. En las escuela se enseña que el país es invencible, europeo, bien educado, predestinado a la grandeza, pero cuando los estudiantes salen a la realidad se dan de cabeza contra la pequeñez. Además, está lejos de todo, y la gravedad de la tierra se siente allí más que en ninguna parte.
Hasta Gabriel García Márquez sintió el peso del fin del mundo cuando viajó a Buenos Aires en 1967 para el lanzamiento de Cien años de soledad. En el hotel de la calle de la Libertad, donde vivía, se despertaba ahogado en medio de la noche. "No puedo más", decía. "El atlas me pesa demasiado sobre las espaldas". La fama de García Márquez crecía entonces de manera visible, sensorial: se la podía tocar, oler, estaba en el aire. Pero él parecía desasosegado. "Esta ciudad está demasiado lejos. Llegas, y es como si ya no tuvieras mundo donde escapar". No volvió jamás. En marzo de 1990 viajó a Santiago de Chile para celebrar el regreso de la democracia. Un amigo lo invitó a cruzar la cordillera de los Andes y pasar un par de días en Buenos Aires, donde había nacido su celebridad. "No, gracias", dijo. "Tolero muy bien México, a pesar de la contaminación y de la altura. Pero en Buenos Aires, donde el aire es limpio, me asfixio".
El exilio y el reino
Partir es contagioso en la Argentina. Cuando el país empezó a derrumbarse, en 1995, y las promesas de Menem se revelaron como lo que eran, abalorios de colores, veinte mil a treinta mil jóvenes universitarios, cada año, abandonaron las llanuras enfermas de vacío. Antes del amanecer, se los veía montar guardia a la puerta de los consulados de Italia, España, Canadá, Australia y Estados Unidos a la espera de visas cada vez más esquivas. "Yo me voy por desesperación", me dijo a fines de los noventa una investigadora de biología molecular. "Aquí ya no hay nada que hacer". Su marido, un ingeniero de proteínas, repetía, cabizbajo: "Aquí no hay lugar para nosotros". Parecían paradojas sin sentido. En el desierto interminable y sin ilusiones, ya no había lugar; la nada estaba repleta.
Algunos se iban porque les faltaba lugar; otros, porque temían que no les quedara tiempo. Miles de ellos se declaran ahora arrepentidos y quieren volver, encandilados por las luces de un Gobierno, el de Néstor Kirchner, que se esmera en limpiar los focos de corrupción y en llevar a la cárcel a los evasores de impuestos y a los violadores de los derechos humanos. Entonces, sin embargo, hace apenas un año y medio, el futuro parecía muerto. Para encontrar el futuro, la mayoría se lanzaba a la caza de su pasado.
Los nietos de italianos y los hijos de españoles redescubrían sus orígenes. No regresaban triunfales a las aldeas del pasado como en los filmes de Elia Kazan o en las novelas de Mario Puzo. Partían en estado de fracaso, para cerrar el círculo de la miseria: los abuelos se habían ido con las manos vacías; los nietos volvían también así, yermos.
Según el Diccionario de Autoridades, exiliarse significa saltar hacia fuera. Desde los orígenes de la nación, los argentinos están saltando hacia fuera, yéndose, lo cual significa que el adentro es inhóspito, hostil o, por lo menos, que hay en el adentro algo que repele. Una de sus pocas señales de identidad es precisamente esa incomodidad ante la patria, el perpetuo regresar y marcharse que les desordena la vida.
José de San Martín, por ejemplo, el héroe máximo de la argentinidad, permaneció en el suelo natal menos de un cuarto de la vida: dieciséis años sobre setenta y dos; u once años sobre setenta y dos si se descuentan los que consagró a la campaña libertadora en Chile y Perú. Cada vez que intentó volver, lo alejaron con uno u otro pretexto del puerto de Buenos Aires. "No baje usted de su nave", le escribían. "No gaste usted su tiempo en esta tierra de discordia". Hay cientos de ejemplos semejantes. Hacia 1951, Julio Cortázar sintió que lo expulsaba el peronismo y emigró a París, de donde jamás regresó. En 1955 fue Perón el que partió, expulsado por sus antiguos camaradas de armas. Veinte años después, José López Rega, el adivino delirante, dictaba órdenes cotidianas de expulsión a diputados, actores, periodistas y cantantes sospechosos de profesar el "judeo-marxismo". Jorge Luis Borges, que había sobrevivido a todos esos desaires de la suerte, se dejó vencer por un incomprensible movimiento del alma, y meses antes de morir también él partió. En incontables poemas y cartas había deslizado la misma letanía: "Me enterrarán en Buenos Aires, donde he nacido". Pero, cuando sintió en su cuerpo el aguijón de un cáncer irremediable, se fue a Ginebra sin despedirse de nadie.
La Argentina fue fundada por ficciones que se desentendían de la realidad o simplemente la desdeñaban. La más persistente de esas ficciones fue suponer que el país es una Atlántida desprendida de Europa, sin vínculos reales con América Latina. Los letrados que fundaron la nación a mediados del siglo XIX la imaginaban sin mulatos ni mestizos y, por supuesto, sin indios y negros. Los atroces índices de pobreza, que avanzaron al galope durante los gobiernos de Menem y Fernando de la Rúa y que alcanzan ahora a dos tercios de la población, hizo que el país recuperara la sensatez geográfica.
Alguna gente sigue creyendo, sin embargo, que la grandeza argentina es invencible. Hace apenas un mes, en la esquina de Tacuarí con la avenida de Mayo, a mitad de camino entre el palacio presidencial -la Casa Rosada- y el Congreso, un lector de mis artículos periodísticos me preguntó, con visible encono, por qué yo decía que muchos europeos y norteamericanos ni siquiera saben dónde está la Argentina. "Lo lamento", respondí, "pero ésa es la verdad". "Qué ignorantes", dijo. "El mundo tendría que aprender mucho de la Argentina".
Tal vez el mundo sepa muy poco de la Argentina, pero los argentinos, a su vez, todavía están indecisos sobre cuál es su lugar en el mundo. Hace poco, cuando regresé a Buenos Aires de un viaje por Colombia, Venezuela y Brasil, el chófer del taxi que tomé en el aeropuerto me preguntó: "?Y qué tal? ?Cómo andan las cosas por allá, por América Latina?". Pocas veces sentí como en ese momento que el país estaba en ninguna parte: ni en el continente al que pertenece por razones de geografía y de cultura, ni tampoco en la Europa a la que creía pertenecer por razones de destino. Difícil será contar historias de una realidad que sigue suspendida del aire.
..desde uno de esos días que no se olvidan. Un 12 de agosto de 2001 bebí mi ultimo trago de alcohol. No sé en que categoría clasificaba (creo que como bebedor fuerte), pero sí que el beber ya no estaba asociado al gozar. No soy ejemplo ni doy sermones, solo escribo este post para agradecer. A la familia que supo entender, a los amigos que me dieron oportunidades, y sobre todo, pero muy fuertemente, a Fabiana. Ella, con solo dos meses de conocerme, con poco tiempo de haberse dado cuenta del problema, con todas las posibilidades de hacerse a un lado.... dió el paso que todos esperaban para seguirla... eligió quedarse, eligió cuidarme, me eligió, puso su juventud a mi lado.
¡¡¡ Gracias Fabi !!! ¡¡¡ Gracias a todos !!!
El viernes venció el plazo para la presentación de notas de apoyo o rechazo, abierta a toda la población, para la candidatura de Eugenio Zaffaroni a la Corte Suprema. Según parece alguien o algunos organizaron un "voto cadena" con texto opositor. Cierto es que hay opiniones diversas sobre los méritos de éste hombre, pero es también cierto que nunca se había debatido tan públicamente. De todas maneras me quedo con palabras que escribió un periodista en el diario La Capital:
"Encima se descalifica por entrenamiento como le sucede a Zaffaroni. Los que reclaman no remover el pasado lo atacan por su pasado; los que exigen no condenar jueces por sus sentencias le sacuden dos de sus cinco mil fallos; los que piden para la Corte jerarquía académica se hacen los distraídos ante su incomparable nivel; los que se escandalizan por meterse en la vida íntima de las personas hablan de su intimidad; los que lo acusan de propiciar penas bajas lo acusan de haber escrito que en determinadas circunstancias hay que ser implacable. Zaffaroni tiene un problema: se está mudando y no sabe cómo trasladar sus 20.000 libros. Pobre amigo agredido por tipos que no leyeron en su vida 20.000 palabras."
.... con cercanías al conformismo positivo, o al positivismo confortable. :-)
Solo como para ir posteando..... es decir para que pase algo.
...en la mañanita... programa Desayuno por canal 7... se me ocurrió:
1) ¿Tiraron -quemaron- fuegos de artificio desde los techos de la iglesia de San Cayetano, celebrando la llegada del día del santo ???? ¿¿ Era necesario ??? ¿¿ No es contradicción, no suena a derroches ???
2) Para referirse al partido -aburrido- de anoche entre canallas y diablitos titularon "Re-opaco". Claro...luego precisaban que la noticia sintonizara con el encabezado, de manera que escribieron: "Central e Independiente empataron por la Recopa Sudamericana". ¿¿ Recopa ?? ¿¿ No se llama Copa Nissan Sudamericana ?? Los que anduvieron de re-copas fueron los periodistas o... simplemente se burlan de los destinarios de las noticias... o sea de nosotros.
3) Cambiaron la arquitectura del Congreso Nacional... ¿¿ o las corridas y patadas eran en Brasilia ???
Como dice mi amigo OsvaldoB, nada mejor que oir un pensamiento brillante, sobre todo si coincide con el nuestro. Con esa premisa en mente, me pareció interesante transcribir un párrafo publicado en La Capital del domingo 3 de agosto:
"El tema es muy delicado y voy a dar una parte de mi opinión al respecto. La primera pregunta a responder es: ¿Dios existe? Mi respuesta es contundente: desde luego que sí, basta para contemplar el firmamento una noche despejada y saber que hay miles de millones de sistemas solares como el nuestro, en miles de millones de galaxias para entender que nada comprendemos excepto una cosa: que una esencia superior no sólo creó el universo, sino que lo armoniza eternamente. Luego viene la segunda pregunta, ¿cómo es Dios? En general (y no voy a entrar a considerar los porqués) a través de los siglos algunas religiones han incrustado en el pensamiento colectivo la idea de que Dios es "alguien" o "algo" sentado en un trono en alguna parte del universo, un ser todopoderoso que conduce los destinos de planetas y seres. En el concilio de Nicea, celebrado trescientos años después de la muerte de Jesús, y cuando el cristianismo estaba fuertemente influenciado por el emperador romano Constantino, hubo una fuerte y acalorada discusión sobre quién era en realidad Jesús. Nadie dudaba de que era el enviado de Dios, pero los sacerdotes arrianos, cuestionados por sus pares, se preguntaban si era la propia divinidad o sólo un hombre ungido por ésta para confirmar la ley ya dada a Moisés. En este concilio, y tampoco voy a hablar de los motivos, los seguidores de Arrio perdieron la votación y se instauró un dogma "salomónico", el de la Santísima Trinidad: Cristo era el hijo, al mismo tiempo el Padre (Dios) y el Espíritu Santo. Es decir, y con todo respeto lo digo, con una votación se definió cuestión tan trascendente y se dio por terminada la discusión que había en la iglesia de los primeros tiempos sobre quién era Jesús"
Charlas en el Café del Bajo
Hablemos, como es costumbre en sábados o en domingos, de cosas importantes, Inocencio, dejemos lo cotidiano, lo insustancial y hablemos del tema pendiente: Dios y los pedidos a Dios.
-Usted dijo ayer que el Dios tal como nos han sugerido que es no existe. Lo dijo en el marco de un inesperado y notorio escepticismo, que seguramente ya ha pasado y yo le pregunté "¿Qué imagen se le ha sugerido a la gente de Dios?"
-El tema es muy delicado y voy a dar una parte de mi opinión al respecto. La primera pregunta a responder es: ¿Dios existe? Mi respuesta es contundente: desde luego que sí, basta para contemplar el firmamento uno noche despejada y saber que hay miles de millones de sistemas solares como el nuestro, en miles de millones de galaxias para comprender que nada comprendemos excepto una cosa: que una esencia superior no sólo creó el universo, sino que lo armoniza eternamente. Luego viene la segunda pregunta, ¿cómo es Dios? En general (y no voy a entrar a considerar los porqués) a través de los siglos algunas religiones han incrustado en el pensamiento colectivo la idea de que Dios es "alguien" o "algo" sentado en un trono en alguna parte del universo, un ser todopoderoso que conduce los destinos de planetas y seres. En el concilio de Nicea, celebrado trescientos años después de la muerte de Jesús, y cuando el cristianismo estaba fuertemente influenciado por el emperador romano Constantino, hubo una fuerte y acalorada discusión sobre quién era en realidad Jesús. Nadie dudaba de que era el enviado de Dios, pero los sacerdotes arrianos, cuestionados por sus pares, se preguntaban si era la propia divinidad o sólo un hombre ungido por ésta para confirmar la ley ya dada a Moisés. En este concilio, y tampoco voy a hablar de los motivos, los seguidores de Arrio perdieron la votación y se instauró un dogma "salomónico", el de la Santísima Trinidad: Cristo era el hijo, al mismo tiempo el Padre (Dios) y el Espíritu Santo. Es decir, y con todo respeto lo digo, con una votación se definió cuestión tan trascendente y se dio por terminada la discusión que había en la iglesia de los primeros tiempos sobre quién era Jesús.
-Pero Jesús en ningún momento, Candi, dijo que era Dios, ¿o sí?
-En efecto. Cuando Jesús le pregunta a Cephas (Pedro) ¿Y quién crees tú que soy? Cephas le responde (y Jesús lo acepta): el Mashiaj (Mesías), que no es lo mismo, naturalmente, que decir Dios ¿Quién es y cómo es entonces Dios? Dios trasciende el "alguien" y el "algo" para constituirse en la luz plena, es decir energía infinitamente omnipotente, omnisciente y omnipresente. Dios es la esencia de la sagrada ley, es la misma ley, que rige toda la creación y por tal motivo es imposible que se le pida modificar la ley en beneficio propio y a costa del desequilibrio de las cosas.
-Es decir que es injusto pedirle a Dios que pase de mí la pena si ello borra la sonrisa de otro ser, es injusto pedirle no morir si con ello se obstaculiza un nacimiento.
-Algo por el estilo, Inocencio. Dios no puede satisfacernos modificándose a sí mismo a cada momento. El es la misma ley instaurada que rige toda las cosas, sin intervención de lo que conocemos los hombres como sentido o razón. Fíjese: Jesús va a ser crucificado y como sabe que es imposible cambiar el orden de las cosas ora de la siguiente manera: "Si te es posible (es decir si con mi pedido no rompes el equilibrio universal) pasa de mí este cáliz amargo (el de la muerte) pero no se haga mi voluntad sino la tuya" (pero comprendo que tu plan no puede estar pendiente de mi vida). Es sencillamente algo maravilloso y ésta debe ser la esencia de la oración cuando se pide algo.
-El otro día hablábamos de esa mujer de buen pasar pero insatisfecha, vacía, que había perdido hasta la pasión por el esposo y que aguardaba a ese algo o alguien que la ayudara a llenar ese vacío.
-Y esos vacíos existenciales tratamos de llenarlos, infructuosamente, siempre con lo mismo: cosas materiales, reclamando amor y pasión y si no lo obtenemos de nuestra pareja nos enojamos y buscamos lo que falta en otra parte. Imaginemos por un momento a un Dios resentido con el hombre porque éste no lo ama. Imaginemos a un Dios que un buen día detiene la creación ¿Por qué no lo hace? Porque el amor es una cosa muy distinta al amor propio y porque Dios (la Luz o energía) alcanza la felicidad amando, creando, sin esperar frutos por ello. ¡Ya sé, ya sé! Inocencio que todos queremos recibir y que nos cansamos de dar. Pero le voy a leer algo que me han enviado unos amigos religiosos de la colectividad judía y sobre lo que debemos reflexionar si ansiamos alcanzar la paz interior: "Los hijos entienden a sus padres cuando ellos mismos se transforman en padres. El hombre comienza a entender al Creador cuando él mismo se transforma en creador, es decir cuando da". Hasta mañana, si Dios quiere, Inocencio.
1950. En un día como hoy nace en El Trébol, provincia de Santa Fe, República Argentina, un niñito que llamaron Hugo Alejandro.
¡¡¡ FELIZ CUMPLEAÑOS A MI !!!!!
Hoy es un día distinto para Las Rosas. Comienzan los actos de hermanamiento con Matelica, una pequeña ciudad de la región de Le Marche (Italia), y nos visitaran el Sindaco Municipal (intendente o alcalde) y otros miembros de gobierno.
Es interesante recordar, buscando en la historia, que a finales del siglo XIX y comienzos del XX con la gran corriente inmigratoria que significó la llegada de muchos europeos, casi el 50 % de la población argentina era extranjera por nacimiento. Y estas proporciones subían mucho más en los pueblos del interior, alcanzando hasta el 90%. Por ese afán de rotular simplificando, que al parecer viene de lejos, llamamos "gringos" a todos los italianos (así como "gallego" a todo español, "turcos" a los árabes y "rusos" a los apellidos de origen judío). Muchos de esos viajeros, procedentes del Piemonte o de Le Marche se fueron instalando por esta zona que abarca parte de las provincias de Santa Fe, Córdoba y Buenos Aires, dando origen a una región informalmente llamada "la pampa gringa".
Es así que al correr los años muchos pueblos de esta zona del mapa resuelven efectuar actos de hermanamiento (gemelaggio, en la lengua de aquellos lares), y ahora nos toca a nosotros.
¿Para que sirve ? , puede ser una buena pregunta. Como toda herramienta su utilidad dependerá del uso, en forma e intensidad, que de ella se haga. Habrá inicialmente jornadas emotivas para los inmigrantes que aún viven, y para sus descendientes; será también la posibilidad integradora con otras comunidades locales; tendrá efectos culturales de intercambio (ya los tiene); y quizás relaciones económicas que favorezcan ambas ciudades. Lo importante, de todas maneras y en cualquier actividad, es dar el primer paso. Luego...siguiendo las palabras del filósofo contemporáneo Mostaza Merlo..."Paso a paso".